jueves, 13 de febrero de 2020

LECTURAS VARIAS


LEED en casa,
LEED bocarriba y bocabajo,

LEED en la playa,
LEED bajo la sombra de un árbol,

LEED de noche y de día,
LEED para reír y para llorar,

LEED gritando cada palabra,
LEED susurrando cada palabra,

LEED saboreando cada palabra,
LEED amando cada palabra,

LEED en francés, en yoruba, en sánscrito y en élfico,
LEED es imperativo

LEED...



Mis lecturas extrañas

Siendo adolescente, iba todos las tardes a la biblioteca del pueblo pero no para leer. No me gustaba leer. Así que para los amigos que me conocían era todo un espectáculo verme en los sillones de tela de pana gorda verdacha colocados frente al mostrador de recogida y entrega de ejemplares y poner cara seria fingiendo entender textos complicadísimos para mi joven raciocinio. “Ética sin ontología” de Putnam, “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero” de Keynes... De vez en cuando me acercaba al mostrador, siempre con un lápiz masticado - que nunca tenía punta - o una pluma que llevaba años sin probar tinta en la mano, para recoger y llevarme a casa obras como el “Ensayo de bibliografía marítima española” de Palau y Ponce de León o “Escritos de teología” de Rahner (me llevé unos seis o siete tomos de estos escritos a lo largo de aquellos años). Devolvía aquellas incomprensibles sumas de galimatías al cabo de unos días comentando de tal o tal volumen que me había parecido tan interesante como la lectura de los artículos de los “Anales de la Universidad central del Ecuador” de VV.AA. pero mejor que el “Idiopathic juvenile osteoporosis: experience of twenty-one Patients” del Profesor Rheumatol. No os voy a contar el día en que me enteré de quién era VV.AA.

Recuerdo haber consultado una tarde entera un colosal diccionario español-griego y haber estado copiando unas líneas, sin entender ni papa de lo que escribía, con esmerada caligrafía en un folio que luego dejé olvidado adrede en mi sitio habitual. Antes de que los viese su destinataria, aquellos garabatos manchados de tinta por la mala calidad de mi pluma rellenada para la ocasión acabaron en la papelera cuando el encargado moreno y rechoncho de la limpieza hizo su trabajo.

Una vez, confundido, consulté “Adolescencia, sexo y cultura en Samoa” de Margaret Mead y sigo sin saber de qué va ese pesado tratado. Otra vez, una tarde en pleno mes de agosto, estando todos mis compañeros tirando piedras en el parque aunque hiciese cuarenta y cinco grados a la sombra,  yo, dentro de aquella biblioteca que carecía de aire acondicionado, por culpa del calorcito que me daba un rayo de sol que atravesaba la vidriera - esta tenía coloreada con pintura traslucida, morada y gastada un Quijote tamaño natural a lo Picasso pero sin su Sancho Panza - y lo mullido del asiento, me dormí. Me despertaron una joven hermosa que se presentó como Enlucida O'Boots - de familia irlandesa pensé - y un señor panzudo de oficio cantinero con una camiseta en la que ponía “Ventresca, Quesada y Nachos ‘ZANAPA’” de la cual pendía un identificador de seguridad electrónico con el nombre de “Nectarino Alonso” - de origen mexicano pensé -. Era la hora del cierre y me estaban espabilando la bibliotecaria y el señor de la limpieza. Tenía agarrado entre las manos “Campos y Ondas Electromagnéticos” de Lorrain y Corson y me había dado un golpe de calor.

Aquella hermosa bibliotecaria era el porqué de mis visitas. Estaba locamente enamorado de ella y quería impresionarla. Que ahora me guste leer y sea un bibliófilo empedernido, eso vino después de casarme con esta maravillosa persona de cuento - ¿o poco a poco durante aquel tiempo pasado en la biblioteca? -. Me olvidaba… Ahora sé cómo se dice “te quiero” en griego. Clásico por supuesto… y sin tachones… con un corta-y-pega… con un traductor automático...
David Ortiz


Siempre me han encantado los libros y siendo estudiante en Londres conseguí trabajar como becario en una biblioteca. Pero como al cabo de unos meses seguía sin recibir la paga acordada me despedí habiendo preparado un plan. Si no me pagaban en libras, yo iba a cobrar en libros. Fui sacando unos cuantos todos los días durante la última semana en la que estuve yendo antes de no volver. Ahora estos libros están aquí, en la estantería que tengo al lado del escritorio frente al cual estoy sentado, haciéndome sentir culpable por haber robado.
Desde entonces... veo libros por todos los lados...
David Ortiz


RELATO SOBRE LA LECTURA
La función del lector (1)
Cuando Lucía Peláez era muy niña, leyó una novela a escondidas. La leyó a pedacitos, noche tras noche, ocultándola bajo la almohada. Ella la había robado de la biblioteca de cedro donde el tío guardaba los libros preferidos.
Mucho caminó Lucía, después, mientras pasaban los años.
En busca de fantasmas caminó por los farallones sobre el río Antioquia y en busca de gente caminó por las calles de las ciudades violentas.
Mucho caminó Lucía, y a lo largo de su vida iba siempre acompañada por los ecos de los ecos de aquellas lejanas voces que ella había escuchado, con sus ojos, en la infancia.
Lucía no ha vuelto a leer ese libro. Ya no lo reconocería. Tanto le ha crecido adentro que ahora es otro, ahora es suyo.
Con este panel, presentamos 7 claves para disfrutar leyendo:
 http://dosolo.edu.glogster.com/7-claves-para-afinar-la-mirada

sábado, 1 de febrero de 2020

VEINTE CHAC… MÁS UNO

VEINTE CHAC… MÁS UNO

Vicente nunca llega tarde. Entra en el veinte de la calle Envite, la biblioteca, a las ocho y veinte en punto, aunque llueva, nieve o viente. En veinte años, solo se retrasó una vez veinte minutos por culpa de la línea veinte. Se pone su bata y se va a por el sello y lo prueba con fuerza: CHAC.
Encima del mostrador, unos veinte libros. Las novedades. Llegaron ayer, como todos los días veinte del mes. Libros del siglo veinte por lo visto. Empieza con una nueva edición de “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”… Abre el libro, bueno, comentada… no está mal. Busca la página veinte y CHAC… sellado.
Veinte” de Manel Loureiro, el último best seller. CHAC. Le gusta mucho la ciencia-ficción… sobre todo los parecidos a “Veinte mil leguas de viaje submarino” cuando vienen ilustrados.
Veinte matemáticos célebres” de francisco Vera, CHAC, directamente al expositor. “Las veinte recomendaciones del mes”, al lado de “Veinte recetas fáciles para antropófagos solteros” de David Santaolalla. Tiene un ejemplar de este recetario en casa.
Un cómic, “Veinte bostezos”, una tal Jane Smiley… le suena este apellido que le hace sonreír… CHAC… Al rincón de los niños.
Veinte años sin mi gata”… CHAC ¿Quién escribe sobre relaciones gatunas? “Veinte casos que hacen pensar en la reencarnación”… Dios, cómo se aburre la gente, CHAC.
Un catálogo de la editorial bonaerense "Siglo Veinte". ¿Qué hace esto aquí? Tendrá como veinte años... Al reciclaje… “El secreto de la realización directa: los veinte aforismos de Kse Maraj: guía para alcanzar la conciencia suprema” por Sri Siddharameshwar Maharaj. No acaba de leer el nombre del autor. CHAC.

“Las doce y veinte de la noche” de Daniel Galera, narrativa brasileña. Mira su reloj: las doce menos veinte ¡Uy, casi! piensa… Hoy se llevará algo más alegre, CHAC. “La causa y su operatividad en tema de atribuciones patrimoniales: una relectio veinte años después” de José Luis Arjona Guajardo-Fajardo… CHAC. No, este seguro que no se lo lleva.
Veinte síntomas reumáticos y 43 alimentos reumógenos: Su origen y curación”, seguramente el encargo de algún abuelete de los talleres de la tarde, CHAC.
¿Y este? ¡Qué curioso! Encuadernación cartón barato, veinte por veinte, sin título… Ah ¡Vaya!… el bloc de notas… llevo veinte días buscándolo. CHAC, CHAC, queda tinta en el sello…

Twentysomething Essays by Twentysomething” de un tal VVAA. ¿Quién se llama VVAA? CHAC. Directo al estante Lenguas Raras junto a “Quatre-vingt-dix secondes” de Daniel Picouly.
Marta Rivera de la Cruz, “Que veinte años no es nada”, CHAC, tampoco se llevará este y menos el siguiente: “Veinte años y después: conversaciones con Michel Foucault” de Thierry Voeltzel, un joven de veinte años completamente desconocido. CHAC.
 “La casa de los veinte mil libros” de Sasha Abramsky, CHAC. Ridículo piensa comparando con los veinte y pico millones de libros y veinte mil periódicos que tiene la biblioteca nacional.
“Las ciento veinte jornadas de Sodoma o la escuela de libertinaje” ¡CHAC el Marqués! estampa en plan sádico. Seguro que también es el encargo de uno de los de la tarde… querrá rememorar algo de veinte años atrás… para eso ya tenemos “Locuras de amor. Memorias eróticas del París de los años veinte” de Anne-Marie Villefranche con su hermosa portada.

“A palo seco. Veinte años de crítica flamenca” de Manuel Bohorquez y Rosenstone, y de Robert A. Covián: “Los cantos de la conmoción: veinte años de rock”. Bien, vamos completando la sección de música, tararea. CHAC, CHAC
¡Colección X nº 124. Twenty 2! Joder con los de la tarde… no estamos en el treinta de Hortaleza. Este no lo sello, nos caerían veinte quejas...

La una y veinte. A casa, descanso. A la salida, coge el Veinte minutos del día, las noticias: la veintena de españoles en Wuhan serán evacuados en las próximas horas; Una veintena de vecinos, ante el inminente desahucio por el 'banco malo'; Gelt prevé repartir más de veinte millones de euros entre sus nuevos clientes en 2020

Al final se lleva “El Pozo”, uno de fantasía y misterio, como los que se leía cuando tenía veinte años. El resumen en la contraportada le llamó la atención: después de veinte muertes, Eva se enfrenta a su última vida; su última oportunidad para morir bien.

Le apetece fumar. Ya ha fumado casi los veinte cigarrillos de la cajetilla y tiene veinte minutos para ir al estanco con los últimos veinte euros que le quedaban para acabar el mes. Mira el móvil, su nuevo S20. Tiene veinte mensajes, luego los leerá. Se pone los cascos para escuchar música, duda... “Veinte años” de Buena Vista Social Club, “Veinte de abril” de los Celtas. No recuerda haber descargado la discografía completa de Veinte/Veinte… “Veinte rosas”, esta no la conoce, la escuchará luego. “La canción del uno al veinte”, habrá sido su sobrino… Selecciona la pista veinte al azar. Empiezan las primeras notas de Two de Twenty one Pilots.

Andando piensa en la película que se pondrá esta noche: la clásica Los violentos años veinte, la argentina Veinte años y una noche, la habré visto como veinte veces... Tres veces veinte años… no, esa ya la ha visto, no le gustó… ¿La rusa Tengo veinte años? ¿Veinte docenas de hijos?... Bah, ya se lo pensará, está solo y puede escoger una cualquiera entre los ciento veinte canales y enseguida recuerda que en el canal 20 ponen una peli a las 20:00 de Twenty Century Fox, Veintitantos días después, o algo así... no recuerda el título. Puede que más tarde Colegialas veinteañeras… quizás… sigue sin entender el concepto de seguir en el cole con veinte años, pero bueno, con un argumento que cabe en menos de veinte palabras no hay que darle veinte vueltas.

En los cascos empieza la pista veintiuna, canción Cabezabajo del grupo Veintuno. De la sorpresa se le cae el cigarrillo, veintiún segundos de descuido. No oye la bocina del bus veintiuno que viene veintiún segundos adelantado. CHAC

David Ortiz